Esta tesis sostiene que la Carta de Florencia es hoy ineficaz para garantizar la restauración de los jardines históricos. El trabajo comienza mostrando las dos corrientes restauradoras dominantes en Europa durante los dos últimos siglos. Una, mayoritaria, la de los seguidores de Viollet-le-Duc denominada restauración en estilo y la otra, opuesta a ella, la de los conservadores, encabezada por Ruskin. En jardinería, la dominante será la de los seguidores de Viollet siendo las figuras más importantes las de los Duchâne (padre e hijo) que llegan hasta la mitad del siglo XX. En 1931, con la publicación de la Carta de Atenas, gana la corriente restauradora. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la experiencia de tener que reconstruir el patrimonio dañado origina por diversos motivos que convivan las dos corrientes lo cual queda plasmando en la Carta de Venecia de 1964. En 1981 se aprueba la Carta de Florencia. El grupo franco-belga del ICOMOS-IFLA, encabezado por René Pechêre consigue que las teorías de Viollet-le-Duc triunfen post mortem pues tal documento recoge la anquilosada teoría del restauro estilístico aplicada a los jardines. Allí mismo, en ese encuentro, se produce la reacción italiana encabezada por Isa Belli Barsalli que consigue evitar el término “repristino” en la versión italiana pero no así en el resto de lenguas en las que se publica el documento. Casi todas las intervenciones ocurridas en España y el resto de Europa en estos últimos tiempos han visto como la práctica de la reconstrucción en estilo ha sido la dominante llegándose a la recreación de numerosos jardines. Tal vez los ejemplos más radicales sean los de Het Loo (ejemplo de reconstrucción desde cero) en Holanda y Hampton Court (ejemplo de destrucción del jardín antiguo y reconstrucción en estilo) en el Reino Unido. En España, aunque han ocurrido casos deplorables, hay ejemplos de restauraciones que han conservado la huella del paso del tiempo. Como ejemplo están las Casitas del Escorial o la intervención en el Jardín Botánico de Madrid dirigida por Leandro Silva. Tras analizar unos cuantos ejemplos de intervenciones sobre jardines en España y Europa se intentan establecer unos criterios de actuación que respeten el paso del tiempo sobre esa obra de arte tan frágil que es el jardín recuperándolo de la ruina y el abandono. Para ello se aplican los conceptos de aspecto y estructura de la teoría brandiana al jardín y se abandonan los repristinos de la carta de Florencia que han posibilitado y servido de argumento para la destrucción de tantos jardines de nuestra historia con la pretensión de recrear en el presente lo que existió en el pasado. ¿De verdad hay alguien tan soberbio que piense que se puede volver a repetir, crear, originar un jardín tal como era el que existió en el pasado? Al final, en toda intervención sobre los bienes artísticos no sólo tenemos cuestiones de estética para considerar, sino también éticas como son las que exigen la conservación de nuestro patrimonio histórico para el futuro sin realizar experimentos o acciones de alto riesgo que lo hagan desaparecer. Y para terminar la relación de los jardines visitados, estudiados y fotografiados in situ personalmente que sirven de fundamento a este trabajo: En España: Toledo: Claustro de la Catedral. Madrid: Alameda de Osuna o “El Capricho”; Real Jardín Botánico; Casa-Museo del pintor Sorolla y El Retiro. En Aranjuez el Jardín del Rey. En El Pardo la Quinta del Duque de Arco y en El Escorial Las Casitas de Arriba y Abajo. Segovia: Laberinto del Real Sitio de la Granja de san Ildefonso. Sevilla: Patio de la Casa de Contratación. Cáceres: Claustro del Convento de Guadalupe. Valencia: Jardines de Monforte y Jardín Botánico de la Universitat de València. En Xàtiva el Jardín del Beso y en Gandía la Casa de la Cultura de los Marqueses González-Quirós. En Italia: Bagnaia: Villa Lante. Nápoles: Palacio Marigliano y Claustro del Convento de Santa Clara. En Holanda: Ámsterdam: Museo Willet-Holthuysen y Museo van Loo. Het Loo: Palacio de Het Loo.