SINOPSIS. En este trabajo se intenta reivindicar una serie de valores que consideramos muy importantes y que cada vez se van haciendo más escasos en la práctica artística, a través de la obra de dos creadores contemporáneos, Antonio Marco Moles (Alquerías del Niño Perdido (Castellón), 1929) y Vicente Perelló La Cruz (Valencia 1933-2008). Unos artistas que, avanzando a contracorriente, han conseguido unas realizaciones de gran densidad significativa y profundidad, que son una sugestiva aportación a la clarificación de la topografía del alma. Permaneciendo ajenos a las sacudidas estéticas, a las modas, a los ismos, a lo etiquetado y a lo superficial; prestando sólo atención a los intereses más elevados del espíritu; sublevándose contra el arte de un tiempo perverso, que va a remolque del mercado y de la tecnología, que se limita a reproducir los aspectos más obtusos y banales de la realidad; contra un arte que ha ido perdiendo, poco a poco, su capacidad de sorprender, de conmover, de emocionar, de hacer vibrar la fibra sensible del espectador. Ante el hecho constatado del triunfo generalizado de un arte materialista, que se pliega a intereses mercantilistas y que genera diariamente productos mediocres y pobres de contenido, fruto de una sociedad industrializada y alienada, es importante y esperanzador descubrir cómo todavía existen creadores que, aún conscientes de pagar un fuerte precio, como es la marginalidad, se oponen a esta realidad y hacen de su obra un espacio para la reflexión, una invitación al diálogo, como todo gran arte, “una pregunta, una interpelación a un corazón que resuena, una llama da a los ánimos y a los espíritus” (Hegel). Artistas que son capaces de enriquecer nuestra percepción del mundo, de nosotros mismos. Que son capaces de concebir unas realizaciones de honda profundidad filosófica, que alcanzan una importante dimensión social y donde se aúnan los principales valores del arte: experiencia, sinceridad y expresión. Que apuestan por la libertad, por la resistencia, por la utopía. La actitud ante el arte y ante la vida de ambos creadores (que fueron compañeros de promoción en Bellas Artes, y más tarde, grandes amigos), será pues puramente romántica. Sus obras, de una gran violencia expresiva, manifiestan un interés sincero por patentizar las ansiedades de su tiempo, sus propias ansiedades, conservando esos valores espirituales que tantas veces echamos de menos en el arte contemporáneo. Vemos pues como nuestros autores mantienen viva la preocupación social y crítica; también la preocupación por la recuperación del “yo”, en esa constante obsesión por la existencia humana que se opone a esa eliminación del sujeto que propone cierto posmodernismo dominante, al servicio del sistema. Así, su propuesta plástica apostará románticamente por el arte, nos hablará de valores vitales, será un lenguaje de emociones que se transforma, como aquí vemos, en una aventura existencial. Como se evidencia en esta tesis, estos dos humanistas mantendrán unas posiciones que vinculamos a una especie de “romanticismo existencialista”, una prolongación del “Romanticismo”, ese movimiento artístico y filosófico que desde el siglo XIX, tanta importancia ha tenido, a todos los niveles, sobre todo en el arte, y de uno de sus vástagos el “Existencialismo”. En consecuencia, en este trabajo se intenta ir enlazando esas características formales y conceptuales que los emparenta entre sí, a través del nexo expresionista, y yendo más allá, dentro de esa condición, con el “romanticismo”, que en realidad, no es sino un humanismo que se alza ante el poder corrompido del mundo, contra los valores aceptados por la sociedad civilizada, contra la conciencia de un mundo estable, contra lo instituido; reivindicando al hombre, a aquellas propiedades espirituales que lo dignifican. El arte de Marco y Perelló se convierte en uno de los últimos reflejos de un “romanticismo existencialista”, que se preocupará por la subjetividad; el influjo de una doctrina de acción, de libertad, de compromiso, que deriva en un humanismo. Como hemos podido ver aquí, su profundo afán de introspección, de investigación interior, su constante inquietud, su eterna insatisfacción y espíritu tenaz de superación o su perseverante hambre y sed de verdad, así como el ímpetu de su lenguaje, su fantástica imaginación y su rebeldía ética y estética, les convierte en auténticos ejemplos de expresionistas post-románticos.