Del gentelman al hooligan. El ocaso de los ídolos produce monstruos

From gentelman to hooligan. The decline of idols produces monsters

Casares Rivas, Nilo Manuel

Comisario crítico de arte. IES Miraflores
nilo.casares@uv.es

Recibido: 23-07-2023
Aceptado: 07-09-2023

Citar como: Casares Rivas, N.M. (2023). From gentelman to hooligan. The decline of idols produces monsters. ANIAV-Revista de Investigación en Artes Visuales, n. 13, p. 41-53, septiembre 2023. ISSN 2530-9986. Doi: https://doi.org/10.4995/aniav.2023.20094

PALABRAS CLAVE
Internet; redes sociales; forofismo; analfabetismo digital; totalitarismo.

RESUMEN
Desde hace tiempo vemos cómo en cualquier bar peninsular se salda el menor desencuentro entre contertulios desenfundando el telefonito, para invocar a san Google y zanjar la discusión tomando al pie de la letra el bulo mejor situado que circule por allí.

Hemos pasado de la docta ignorancia practicada por Nicolás de Cusa, muy consciente de los límites del conocer, al alarde de ese analfabetismo tan estimado por el José Bergamín de La decadencia del analfabetismo. Y no podemos disculpar el asunto recurriendo al missreading auspiciado por Harold Bloom, ya que este exige una cultura libresca y el afán de continuar una tradición; frente a ella, ahora nos enfrentamos con el desprecio y el temor a esa arma de doble filo que es la letra porque, al menos en español, con sangre entra.

Como indicaba Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura, la gente solo espera oír aquello de más fácil deglución, por eso las entradas en Internet deben gozar de la mayor futilidad para cobrar seguidores, algo que nos obliga a la restauración de las competencias del conocer para fijar la distinción entre qué sea el conocimiento y qué el cacareo útil solo para el apareamiento.

Esta ponencia continúa mis investigaciones en la esfera de las artes y cultura digitales, para insistir en la persistente decadencia cultural desde la aparición de la web 2.0 en 2004, fecha de inicio del ocaso de los ídolos.

Nota bene: El título está tomado del artículo de Jean Dulck «Du gentleman au hooligan». El subtítulo, obvia decirlo, hace referencia al tópico de Nietzsche sobre El ocaso de los ídolos, y al conocido grabado de Francisco de Goya y Lucientes «El sueño de la razón produce monstruos», nº 43 de la serie de Los Caprichos (1797-1799).

KEYWORDS
Internet; social networking; hooliganism; digital illiteracy; totalitarianism.

ABSTRACT
For some time now we have been seeing how in any bar on the peninsula, the slightest disagreement between the conversation partners is settled by unsheathing the little phone, invoking Saint Google and settling the discussion by taking literally the best-placed hoax circulating there.

We have gone from the learned ignorance practised by Nicolás de Cusa, well aware of the limits of knowledge, to the display of that illiteracy so dear to José Bergamín in La decadencia del analfabetismo. And we cannot excuse the matter by resorting to Harold Bloom’s miss-reading, since this demands a bookish culture and the desire to continue a tradition; in the face of it, we are now faced with contempt and fear of that double-edged sword which is the letter because, at least in Spanish, it enters with blood.

As Erasmus of Rotterdam pointed out in his In Praise of Folly, people only expect to hear that which is easiest to swallow, which is why Internet entries must enjoy the greatest futility in order to gain followers, something that obliges us to restore the competencies of knowledge in order to establish the distinction between what is knowledge and what is useful cackling only for mating.

This paper continues my research in the sphere of digital arts and culture, to insist on the persistent cultural decadence since the appearance of web 2.0 in 2004, the date of the beginning of the decline of the idols.

Nota bene: The title is taken from Jean Dulck’s article “Du gentleman au hooligan”. The subtitle, it goes without saying, refers to Nietzsche’s cliché on The Twilight of the Idols, and to the well-known engraving by Francisco de Goya y Lucientes “El sueño de la razón produce monstruos”, no. 43 of the series of Los Caprichos (1797-1799).

INTRODUCCIÓN

Desde hace tiempo vemos cómo en cualquier bar peninsular se salda el menor desencuentro entre contertulios desenfundando el telefonito, para invocar a san Google y zanjar la discusión tomando al pie de la letra el bulo mejor situado que circule por allí.

Hemos pasado de la docta ignorancia practicada por Nicolás de Cusa, muy consciente de los límites del conocer, al alarde de ese analfabetismo tan estimado por el José Bergamín de La decadencia del analfabetismo. Y no podemos disculpar el asunto recurriendo al missreading auspiciado por Leopold Bloom, ya que este exige una cultura libresca y el afán de continuar una tradición; frente a ella, ahora nos enfrentamos con el desprecio y el temor a esa arma de doble filo que es la letra porque, al menos en español, con sangre entra.

Como indicaba Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura, la gente solo espera oír aquello de más fácil deglución, por eso las entradas en Internet deben gozar de la mayor futilidad para cobrar seguidores, algo que nos obliga a la restauración de las competencias del conocer para fijar la distinción entre qué sea el conocimiento y qué el cacareo útil solo para el apareamiento.

Texto

Sin saberlo, comencé esta reflexión hace mucho tiempo, cuando me asomé a la investigación dirigida por la profesora Régine Dhoquois, La cortesía. Una virtud de las apariencias, que contaba con una aportación del especialista en cultura británica, sobre todo en su sistema de enseñanza, Jean Dulck titulada «Del gentelman al hooligan», para explicar a los franceses por qué ya no se encontraban con los británicos difundidos por el modelo victoriano, que a mí me impresionaron de manera muy particular en el caso del dandismo.

La razón es tan sencilla como que esos gentlemen son muy escasos y fruto exclusivo de las dos universidades más elitistas del Reino Unido, Oxford y Cambridge, y por extensión del mundo, que educa en la contención emocional, gestual y verbal. Pero esa es una educación elitista que nos llega a través de la cultura libresca, muy alejada de la realidad de un país en el que, como en todos, prima una cotidianidad que, todavía, no cabe calificar de vulgar.

El artículo de Dulck era del año 1991, mientras tanto la realidad se iba subiendo a esas palabras en todo el primer mundo y, gracias a la popularidad de Internet, comienzan los primeros foros no universitarios que dan rienda suelta a la bravuconería, al forofismo del hincha que se limita a sentir sus colores (es decir, sus pasiones) sin avenirse a razones y, por descontado, sin la contención exigida al gentelman, que en siglos anteriores podría haber sido el caballero español, por su igual refinamiento.

No parecía preocupante porque, con ingenuidad, uno pensaba que eso sucedía en la periferia de Internet, cuando en realidad era un mar de fondo que acabaría por anegarlo todo.

¿Cuándo tengo la conciencia de desbordamiento de una realidad que solo existía en mis deseos? Con la asonada de la toma del Capitolio en Washington en enero de 21, ese día se vino abajo uno de mis mitos juveniles. Soy un convencido de la superioridad moral de la Revolución norteamericana sobre la francesa, que se bañó en la sangre innecesaria que más tarde devino exterminio industrial nazi. Por eso, aquel día, y ante los hinchas trumpistas, solo pude pensar que nos enfrentábamos al fin de la primacía del buen sentido y búsqueda de la dignidad, y que se desmoronará todo.

¿Qué origen le puedo dar a ese principio del fin? Pues se encuentra en El ocaso de los ídolos, del muy reputado Friedrich Nietzsche quien en su conocido pasaje «Historia de un error» principia por agredir, de manera muy merecida por déspota a Platón y termina por abrirnos un descampado a pleno sol, cual peli del Oeste, con ausencia total de valores y reglas, ya que se irían resolviendo conforme surjan las necesidades de su superhéroe de pacotilla;1 ahí se inaugura para siempre, en lo que se podría calificar de un verdadero sindiós, el territorio de las verdades contrafácticas.

Claro, aquello no ocurrió al instante, pero fue minando la cultura europea, de la que encuentro a la euroamericana del norte una prolongación, que ha culminado en la monstruosidad en que ahora vivimos, acabados los ídolos, es decir las ideas, porque todo vale: Anything Goes, en la expresión favorita de Paul Feyerabend.2

Este viraje se confirma con mayor sencillez de lo que parece. Todo ha saltado por los aires tras la desaparición del sentido de la docta ignorancia, acuñado por Nicolás de Cusa, quien nos enseña que debemos reconocer los límites de nuestro conocimiento, porque ese límite es la infinitud que jamás podremos alcanzar,3 pero dentro de la que nos tenemos que orientar para ir sabiendo el resto de cosas; muy en concreto el cusano se refiere a los rasgos de la divinidad, algunos de ellos muy al alcance de nuestra razón, salvo el atributo máximo de su infinitud, fuera de nuestras posibilidades de entendimiento.4

¿Cuál ha sido el mecanismo para arrebatarnos ese sentido de la docta ignorancia que sabe de sus límites? porque ahora se habla con voces tontilocas que resultan muy agradables a nuestro parecer, como estudia muy bien Erasmo de Rotterdam en su provocador Elogio de la locura, pues la gente solo quiere que el regalen el oído y existen un sinfín de granjas de bots que se ocupan de hacerlo a todas horas.5

¿Y dónde encontramos el amplificador que almibara esta realidad? En nuestros telefonitos, cuya importancia empezó a llamar mi atención cuando vi a un tío asomarse a la barra de un bar para pedir la cuenta a dos manos, como si fuese un banderillero, en una llevaba veinte pavos y en la otra su telefonito; hoy solo llevaría su telefonito, esa suerte de socialphone sin el que nadie sale a la intemperie.

El origen de este ensayo parte de una acalorada discusión con un necio muy diestro en desenfundar el telefonito y preguntar al pitoniso Google sobre la acalorada discusión en que estábamos envueltos, que saldó cuando encontró la respuesta a su medida, porque hoy el Hazlo Tú Mismo (DIY) se ha transformado en Fíngelo Tú Mismo (FIY), como respuesta que más te apetezca,6 en el bien entendido de que ese gusto viene configurado por algo que todos se empeñan en llamar el algoritmo y que es la tendencia fijada por las fábricas de datos para que consumas en una única dirección establecida por la actual economía de casino en la que el ganador se lo lleva todo (Winner-Take-All), animándote con ritmillo de ABBA, para mayor frivolidad.7

Para entender mejor esta afirmación invito a la lectura, aun apresurada, del libro de Andrew Keen, Internet no es la respuesta, en donde describe a la perfección el maremoto que supone el éxito de los Silicon Valley boys, mucho más peligrosos que los Chicago boys, que han conseguido, desde el mayor desprecio a todo tipo de leyes, conquistar la economía global;8 pensemos en los proveedores de ocio, de consumo, de transporte, de residencia vacacional, todos ellos reducidos a una camarilla residente en Silicon Valley.9

El mejor ejemplo lo podemos encontrar estos días con la bronca formada con un programa avanzado de redes sociales enriquecido con software generativo y que distribuye la empresa OpenAI; siendo que se trata de software nunca abierto, y solo en algunos casos de uso gratuito; parte de una importante falta a la verdad, pero recordemos que desde Nietzsche esto no tiene la menor importancia porque según el pragmatismo siliconvalleyense la verdad no puede arruinarme un buen negocio.

¿Cómo funciona este programita en su versión gráfica, que parte de lo que el profesor de la Universidad de Sydney, Chris Chester, denomina autolografía (generación automática de imágenes a partir de palabras)?10 Pues pinta ‘a la manera de’,11 es decir, captura todas las fuentes de imágenes que se encuentran almacenadas en la memoria colmena que es Internet, despreciando toda autoría, para construir imágenes que se saltan a la torera el reconocimiento a sus autores, con lo que supondría de pago de regalías por su utilización, para realizar obras finales, por otro lado de dudoso gusto, como un Elmyr de Hory cualquiera, el personaje al que Orson Wells dedicó su ensayo cinematográfico F for fake.12 A Elmyr de Hory se le intenta encarcelar, mientras que a los propietarios del ChatGPT y de DALL.E 2 todo el mundo le ríe las gracias y no dejan de darle publicidad en las noticias diarias, como en el caso de la Selectividad gallega; en la que utilizaron esta herramienta para responder algunas pruebas, en las que no dio una, pero no por ello dejó de ser noticia.13

¿Cuál es el éxito de este software generativo que enriquece esta red social avanzada? Según Jaron Lanier (2023) la respuesta … “is obvious: digital information must have context. Any collection of bits needs a history. When you lose context, you lose control”. Y este problema inunda todo Internet ya que se renunció desde el principio a la trazabilidad de sus bits, en aras de una mayor velocidad inicial, que hoy no es crítica, despreciando el proyecto Xanadú de Ted Nelson que sí respetada la filiación de los bits con la que siempre conoceríamos a servicio de quién están batallando.14 Mientras, los generadores de ruido sí conocen todo sobre nosotros porque no debemos olvidar, como nos advirtió Paul Virilio, que en el ciberespacio se puede llegar al control total de las poblaciones utilizando la informática y la robótica, como ya ocurre.15

Pero, como la mayor parte de la población está por alfabetizar en términos informáticos, y también digitales, se vive en la más alegre economía del SIN: SIN gluten, SIN lactosa, SIN cafeína, SIN azúcar, SIN lo que sea (y, sobre todo, SIN reflexión), entre intolerancias alimentarias que lo son a los demás y por eso cada uno vivimos en el nicho de la pantalla del telefonito: ajenos a todo lo que no sea mi yo.16

Recordemos el elogio realizado por José Bergamín del espíritu puro analfabeto, que es idéntico al que inundó las cortes europeas sobre los indígenas americanos tras su colonización, algo que, y resulta llamativo, no la impidió y condujo a nuestro preclaro Bartolomé de las Casas a proscribir su explotación y sustituirla por la de los indígenas africanos llegados en los barcos negreros.17 Me gustaría ver a esas mismas cortes europeas enfrentarse a los piratas del cuerno de África descritos por Sir Richard Francis Burton en Las montañas de la Luna, que infunde un pavor en el lector poco conciliable con la espiritualidad pura.18

El mismo entusiasmo muestra Rheingold por las multitudes inteligentes, que le llevó al extremo de escribir un prólogo específico a la edición española, exultante por el movimiento en respuesta a los bulos del 11M generados por el gobierno español, e idéntico al que embargaba en 1988 a Antonio Negri cuando publica Arte y multitudo: ocho cartas, y muy contraria a la de Ortega y Gasset, quien en 1930 escribe La rebelión de las masas, para despacharse contra ellas de manera idéntica a la mía en este momento de nuestro tiempo. No olvidemos que el hombre-masa es un género del hombre-heredero, del que también forman parte el aristócrata y el niño-mimado, todos ellos de vida muelle y regalada sin realizar esfuerzo de ningún tipo, tampoco intelectual.19

Pero cuidado, las masas de hoy son muy peligrosas porque no se corresponden con las descritas por Hannah Arendt:

Los movimientos totalitarios son posibles allí donde existen masas que, por una razón u otra, han adquirido el apetito de la organización política. Las masas no se mantienen unidas por la conciencia de un interés común y carecen de esa clase específica de diferenciación que se expresa en objetivos limitados y obtenibles. El término de masa se aplica sólo cuando nos referimos a personas que, bien por su puro número, bien por indiferencia, o por ambos motivos, no pueden ser integradas en ninguna organización basada en el interés común, en los partidos políticos, en los gobiernos municipales o en las organizaciones profesionales y los sindicatos. Potencialmente, existen en cada país y constituyen la mayoría de esas muy numerosas personas neutrales y políticamente indiferentes, que jamás se adhieren a un partido y rara vez acuden a votar. (438-439).

Las masas actuales están yendo a votar de manera muy decidida y nos vemos en un riesgo serio de enfrentarnos a un régimen totalitario, que acabe con nosotros y finalice la Revolución norteamericana elevada sobre el principio de la radical defensa de los derechos humanos, como proyecto pietista que fue.

Todo lo anterior no sería posible sin el concurso de mi memoria personal, alfabeta y libresca; del solo recurso a la memoria colmena estabulada en Google, bajo los caprichos algorítmicos discrecionales, el resultado hubiese sido un galimatías.20

Por ello urge implantar el principio de competencia epistemológica para saber desde qué altura se habla o caeremos en manos de botarates, charlatanes y todo tipo de feriantes que se limitan a Take the Money and Run.

FUENTES REFERENCIALES

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1 Historia de un error.
1. El verdadero mundo es accesible al sabio, al piadoso, al virtuoso; viven en él, son él. (Forma más vieja de la idea, relativamente inteligente simple, convincente. Transcripción de la frase «yo, Platón, soy la verdad».)
(…)
6. El verdadero mundo ha sido destruido por nosotros: ¿qué mundo queda?, ¿el aparente tal vez?… ¡Pero no! Con el verdadero mundo hemos destruido también el aparente. (Mediodía; momento de la sombra más corta; fin del largo error; culminación de la humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA.) (Nietzsche, 1888; 1972, p. 39).

2 Feyerabend, 1975.

3 …, el llegar a la exactitud de las combinaciones en las cosas corporales, y a una adaptación adecuada de lo conocido a lo desconocido, es algo superior a la razón humana. Por eso a Sócrates le pareció que no sabía nada, a no ser que era un ignorante. Y refiriéndonos al sapientísimo Salomón, juzgaba todas las cosas difíciles e inexplicables por la palabra. Y otro varón de espíritu divino dijo que la sabiduría y el lugar de la inteligencia estaban ocultos a los ojos de todos los vivientes. Si ocurre, pues (como afirmaba también el profundísimo Aristóteles en la Filosofía Primera), que en la Naturaleza, en las cosas más manifiestas, tropezamos con una tal dificultad, semejantes al búho que intentaba ver el sol, y como, por otra parte, no son vanos los apetitos que hay en nosotros, deseamos verdaderamente saber que somos ignorantes. Si consiguiéramos alcanzar esto plenamente, habríamos alcanzado la docta ignorancia. Así, pues, a ningún hombre, por más estudioso que sea, le sobrevendrá nada más perfecto en la doctrina que saberse doctísimo en la ignorancia misma, la cual es propia de él. Y tanto más docto será cualquiera cuanto más se sepa ignorante. Con vistas a este fin asumí los trabajos de escribir unas pocas cosas acerca de esta docta ignorancia. (de Cusa, 1440; 1984, p. 23-24).

4 Puesto que el culto de Dios, que debe ser adorado en espíritu y verdad, se funda por necesidad en las cosas positivas que afirman a Dios, de ahí que toda religión asciende en su culto mediante la teología afirmativa, adorando a Dios como uno y trino; como sapientísimo, piadosísimo, luz inaccesible, vida, verdad y otras cosas más, y siempre le alcanza dirigiendo el culto por la fe, el cual es alcanzado con más verdad por la docta ignorancia; es decir, creyendo que éste, a quien adoran como uno, es todas las cosas juntamente; y al que rinde culto como luz inaccesible, no es ciertamente una luz, en cuanto cosa corporal, a la que se oponen las tinieblas, sino la más simple e infinita, en la cual las tinieblas son luz infinita, y que esta luz infinita luce siempre en las tinieblas de nuestra ignorancia, pero las tinieblas nunca podrán abarcarle.
Y así la teología de la negación es tan necesaria a la de la afirmación que sin ella no se le rendiría culto a Dios en cuanto Dios infinito, sino antes en cuanto criatura, y tal culto es idolatría, pues tributa a la imagen aquello que sólo conviene a la verdad. De ahí la utilidad que tendrá trartar un poco acerca de la teología negativa. (Ibidem, p. 81).

5 [La locura dice] En cambio mi escritor es más feliz cuanto más grande sea su extravagancia, pues sin necesidad de pasar las noches en vela [caso de los sabios] todo cuanto acude a su mente, todo cuanto afluye a su pluma y todo cuanto sueña lo pone inmediatamente por escrito con sólo un pequeño gasto de papel, sabiendo por otra parte que cuanto más fútiles sean sus futilidades, mayores aplausos recogerá, y será el preferido por los más, esto es, los locos y los indoctos. ¿Qué le importa a él que le desprecien unos pocos sabios, en caso de que le lean? ¿Qué pensaría la opinión de tan reducido número ante la inmensa multitud que le aclama? (de Rotterdam, 1511; 1984, p. 198-199).

6 Frente a esto, contrasta la función de los oráculos antiguos, que eran muy difíciles de consultar y hablaban en un lenguaje simbólico que facilitaba su total ambigüedad, baste este apunte:
Poder consultar con la sacerdotisa del dios era un desafío en sí mismo, pues solo trabajaba determinados días del año y, por tanto, era necesario planificarlo con antelación. La subida por la ladera rocosa del santuario de Apolo es ardua. Una vez en Delfos, si los sacerdotes no podían obtener del carnero una respuesta propicia, haciéndolo temblar cuando lo asperjaban con agua, la sacerdotisa no pronunciaba oráculo alguno. Tras un baño ritual, esperaba a los visitantes en una sala de piedra debajo del templo y los peregrinos descendían. La sacerdotisa se sentaba en un trípode colocado, quizá, en una fisura del suelo, o posiblemente bajo un falso suelo que permitía que el humo o el vapor ascendieran. Con ramitos de laurel en la mano, respondía histriónicamente debajo de la inscripción de Apolo. No se sabe a ciencia cierta si contestaba directamente a los consultantes o si los oráculos los «traducía», en forma de adivinanzas en verso, uno de los sacerdotes. Tampoco hay pruebas convincentes para ninguna de las explicaciones racionalizadoras de su estado de trance. (Hall, 2015; 2020, p. 123).

7 La economía de ganador único es un eufemismo para definir un mercado que tiende al monopolio, y eso es exactamente en lo que está convirtiéndose Amazon, con su control cada vez más estricto del comercio por internet. (…) Amazon, a pesar de las indudables comodidades, fiabilidad y magníficos precios que ofrece, está teniendo de hecho un impacto inquietantemente negativo en la economía global. (Keen, 2015; 2016, p. 73).
No, no es una errata. Instagram sólo tenía «13 empleados a jornada completa» cuando Facebook pagó 1.000 millones de dólares por la start-up. Mientras tanto, en Rochester, Kodak estaba cerrando 13 fábricas y 130 laboratorios y despidiendo a 47.000 trabajadores.
(…)
Es una de las grandes ironías de nuestra era digital supuestamente rica en tecnología. A diferencia de lo que ocurre en la economía industrial, la calidad de la tecnología es secundaria. Cuando Facebook y Twitter libraron una guerra de pujas para comprar Instagram, no competía por los filtros fotográficos de Kevin Systrom [su fundador], poco costosos y fáciles de obtener, ni por el código que Mike Krieger [otro de los fundadores] y él crearon juntos en unos meses. Lo que se disputaban era a usted y a mí. Nos querían a nosotros, es decir, querían nuestro trabajo, nuestra productividad, nuestra red, nuestra supuesta creatividad. (Ibidem, 162-163).

8 Nick Cohen describe el «capitalismo cool» de la era en red como nuestro «futuro sin fronteras». Pero si bien Paul Baran, Vint Cerf y Tim Berners-Lee crearon internet con la idea de que no tuviera un centro, esa arquitectura distribuida no se ha extendido a los importantísimos reinos del dinero o el poder. En este sentido, el futuro está tan limitado por fronteras como el pasado. Y su centro se sitúa en Silicon Valley, hogar de Michael Birch y de otros señores alienígenas de nuestra era digital. (Ibidem, 303).

9 En 2013 el 1% de las figuras más relevantes de la música representaba el 77% de todos los ingresos fruto de la música grabada mientras el 99% estaba oculto bajo lo que un informe de 2014 sobre la industria titulado «The Death of the Long Tail» denominaba «un velo omnipresente de oscuridad». (…)
La principal víctima de la revolución digital es la diversidad. Esta norma del uno por ciento es hoy en día el rasgo económico dominante de todos los sectores culturales. (Ibidem, 203).

10 Vide Chester, 2022.

11 Vide de Santos, 2023.

12 Vide Kelly, 2022 y vide Klein, 2023.

13 Vide Carreira, 2023.

14 La primera idea de Ted fue que, en lugar de leer un texto en la forma en que lo había publicado originalmente el autor, se podría seguir una vía más compleja que emplearía fragmentos de texto para crear una nueva secuencia, una obra derivada, sin que por ello se perdiese el original. Es lo que hoy en día llamaríamos una «remezcla», pero suponía también la primera aparición, que yo sepa, de la idea de que los sistemas digitales podrían tanto recopilar como reempaquetar los medios para hacer posibles nuevas formas de colaboración y de expresión.
Como el pionero que fue, Ted disfrutó de un panorama despejado. Es probable que nuestra enorme tarea colectiva de buscar un futuro mejor para las redes digitales acabe consistiendo en encontrar la manera de volver aproximadamente al lugar del que partió Ted.
Para Ted, cada persona sería un agente libre en el mercado online universal. A primera vista, cabía pensar que el hecho de que existiese una sola tienda reduciría la diversidad, pero en la práctica sucedería lo contrario.
En lugar de tiendas distintas, como las que gestionan Apple o Amazon, habría una única tienda universal y todas las personas, tanto compradores como vendedores, serían ciudadanos de primera clase. No necesitaríamos tener cuentas y contraseñas distintas para cada tienda online. Nuestra actual manera de hacer las cosas recrea innecesariamente las limitaciones de la época del comercio físico que no tendríamos por qué heredar. Cuando se privatizan demasiadas de las capas de acceso a la cultura, como ha sucedido online, se acaba con un grupo reducido de actores gigantescos. (Lanier, 2013; 2014, p. 269-270).
… El más que excéntrico Nelson se veía como un «rebelde contra el olvido». El hecho de dedicar toda su vida a buscar la manera de crear el hipertexto, que él llamaba con el nombre clave de Xanadú, fue sin duda una forma de rebelión contra la desmemoria. En el sistema Xanadú de Nelson no existía el «concepto supresión». Ted sería recordado. (Keen, 2015, p. 50-51).

15 Norbert Wiener temía ya, en 1952, que la cibernética, de la que es uno de sus inventores junto a Alan Turing y Claude Shannon, pudiera convertirse en una amenaza para la democracia. La atómica es una gran revolución, la informática también, y los hombres que acabo de citar son conscientes, sin embargo, de que se puede llegar al control total de las poblaciones utilizando la informática y la robótica, sin la garantía política que se impone. Recordemos que la cibernética —del griego kubernana: «dirigir»— trata procesos de mando y comunicación entre los hombres y las máquinas. (Virilio, 1997, 34-35).
— Vaya si te manipularon, jefe dijo Case. Molly se movió junto a él.
Los micros no llevaban armas: se las habían quitado para compensar el peso de un operador de consola, un tablero prototipo y un programa viral llamado Topo IX; el primer virus verdadero de la historia de la cibernética. (Gibson, 1984; 1996, p. 105).

16 El odio es ubicuo en internet. «El odio con mayúsculas y el big data se dan la mano», escribe el científico especializado en datos de Google Seth Stephens-Davidowitz acerca del aumento de foros nazis y racistas en la red que atraen a 400.000 estadounidenses al mes. Por otro lado están los que odian a los que odian, los vigilantes digitales, como el grupo OpAntiBully, que persiguen a los ciberacosadores y hacen lo propio con ellos. Los peores de todos son los ciberacosadores anónimos. En agosto de 2013, una joven de catorce años de la localidad inglesa de Leicestershire llamada Hannah Smith se ahorcó tras sufrir un acoso brutal en la red anónima para adolescentes Ask.fm. (Keen, 2015; 2016, p. 2013).

17 Bienaventurados los que no
Saben leer ni escribir porque
Serán llamados analfabetos
J.B., La cabeza a pájaros
Todos los niños, mientras lo son, son analfabetos.
(…)
¿Y qué hace el niño con su razón, si no la usa, si no la utiliza? ¿Que qué hace?
Pues lo que hace con todo: jugar. Juega.
(…)
Toda razón poética o razón puramente espiritual, es una razón analfabeta que pone, infantilmente, todas las cosas en juego, pero en juego también espiritual puro, de racionalidad intacta. La imaginación, o pensamiento imaginativo, popular, cuando es analfabeto, cuando es niño, al poner todas las cosas en juego racional, las llama dioses.
(…)
Hay una cultura literal. Hay otra cultura espiritual.
La primera es la que persigue el analfabetismo: su enemiga. Y es hoy por hoy, pero no por ayer ni por mañana, la más aparentemente generalizada. Es la que ha desordenado el mundo: la que ha desordenado más todas las cosas, suprimiendo las jerarquías. Cuando se pierde racionalmente el sentido de las jerarquías es cuando hay que ordenarlo todo por orden alfabético. El orden alfabético es un orden falso.
(…)
La razón pone todas las cosas en juego de palabras. Las palabras son cosas de juego. Las letras no lo son. Las letras no son cosas de juego. Una letra es un arma de dos filos: por eso entra con sangre. (Bergamín, 1974, p. 33-36).

18 Burton, 1856; 1965.

19 … Un mundo sobrado de posibilidades produce, automáticamente, graves deformaciones y viciosos tipos de existencia humana —los que se pueden reunir en la clase general de «hombre-heredero», de (sic) que el «aristócrata» no es sino un caso particular, y otro, el niño mimado, y otro, mucho más amplio y radical, el hombre-masa de nuestro tiempo. (Por otra parte, cabría aprovechar más detalladamente la anterior alusión al «aristócrata», mostrando cómo muchos de los rasgos característicos de éste, en todos los pueblos y tiempos, se dan, de manera germinal en el hombre-masa. Por ejemplo: la propensión a hacer ocupación central de la vida los juegos y los deportes; el cultivo de su cuerpo —régimen higiénico y atención a la belleza del traje; falta de romanticismo en la relación con la mujer; divertirse con el intelectual, pero, en el fondo, no estimarlo y mandar que los lacayos o esbirros le azoten; preferir la vida bajo la autoridad absoluta a un régimen de discusión, etcétera, etcétera). (Ortega y Gasset, 1930; 2010, p. 436).

20 Bracero, 2023.