ENSAYO VISUAL

El hombre y lo divino. Una peregrinación bajo el sol de solsticio

The man and the divine. A pilgrimage under the solstice sun

Chillarón Camacho, Iván

Universitat Politécnica de Valencia
ivanchillaroncamcho@gmail.com

Recibido: 29-08-2023
Aceptado: 19-09-2023

Citar como: Chillarón Camacho, I. (2023). The man and the divine. A pilgrimage under the solstice sun. ANIAV-Revista de Investigación en Artes Visuales, n. 13, p. 133-145, septiembre 2023. ISSN 2530-9986. Doi: https://doi.org/10.4995/aniav.2023.20253

PALABRAS CLAVE
Arte; performance; caminar; peregrinación; cuerpo; hombre; divinidad; historia.

RESUMEN
El presente ensayo visual presenta el registro fotográfico de la acción realizada el 20 de junio de 2023 que tuvo por motivo, revisando su festejo en las culturas tradicionales, la celebración del solsticio de verano. La acción performática hizo uso del caminar como principal dispositivo de acción, recorriendo, desde el primer rayo de sol hasta el último del día, un pequeño circuito agrario, permitiendo a su vez poder realizar micro acciones.

Acción en su totalidad, que, por su carácter y extensión en el tiempo, se hizo sentir ritual, y más aún, una peregrinación. Todo ello al servicio de formalizar una metáfora visual y temporal de la lectura —y su tesis— de El hombre y lo divino de María Zambrano, que es también narración, razón poética de la relación dada entre el hombre1 y la divinidad a lo largo de su historia.

Porque la historia del ser del hombre comienza en esos primeros días de relación con la divinidad, atravesando etapas: desde el inicial delirio persecutorio hasta el amor, la ansiada alianza encauzada por la razón.

KEY WORDS
Art; performance; walk; pilgrimage; body; human; divinity; history.

ABSTRACT
This visual essay presents the photographic record of the action carried out on June 20, 2023 that had as its motive, rereading its celebration in traditional cultures, the celebration of the summer solstice. The performative action made use of walking as the main action device, covering, from the first ray of sun to the last of the day, a small agricultural circuit, allowing in turn to carry out micro actions.

Action in its entirety, which, due to its character and extension in time, made it feel ritual, and even more, a pilgrimage. All this at the service of formalizing a visual and temporal metaphor of the reading —and her thesis— of El hombre y lo divino by María Zambrano, which is also narrative, poetic reason for the relationship given between man and divinity throughout his story.

Because the history of the being of man begins in those first days of relationship with divinity, going through stages: from the initial persecutory delusion of loneliness, to its gradual channeling by reason in love that will settle the long-awaited alliance.

EL HOMBRE Y LO DIVINO

¿Dónde fue el origen? —me pregunto—. Y, ¿cómo fue?, mas ¿cómo sonó el Verbo pronunciándose; el canto de los Antepasados al cantar el mundo? —me respondo— Como una música armónica que ordenó el caos, algo pitagórico. Pero ¿cómo debió de ser aquel día?, ¿cómo debió sonar aquella silaba del aire amaneciendo en la plena luz del alba, aquel suave sonido que acarició el ser de las cosas desde esa preexistencia del amor zambraniano? Tal vez fuera como el respirar de mi madre, o como la caricia de mi padre en aquellas noches. Algo así que queda en la piel.

Pero esa musicalidad creadora no nos es conocida, y diría que tampoco se nos ha dado oírla, sin embargo, nos preguntamos por ella, y la buscamos como si formara parte de nosotros, o nosotros de ella, como si se hubiera quedado en la piel, memoria de la infancia, de los primeros días. Porque, de alguna manera no nos sentimos solos, hay algo más a nuestro alrededor, se hace sentir, y concretamente, allá arriba, sobre nosotros. Sentirse estar siendo continuamente mirados por algo o por alguien a quien no vemos; a quién no conocemos. Delirio. Tiene que ver con ello, porque, aunque podríamos no hacerlo, necesitamos saberlo. Delirio porque es a lo que acude María Zambrano en El hombre y lo divino (2020) 2 para describir “el aspecto primario, original de la tragedia que es vivir humanamente” cuando escribe: “En el principio era el delirio” (p.48) de saberse visto sin ver; perseguido.

Delirando, quedó definida, y en el aire, la performance con la que se inició la historia, la historia del ser del hombre, ese ejercicio de existencia personal «dialógico» mediante el cual se crea mundo. Porque allí, a su alrededor no hay un “«espacio vital», libre, en cuyo espacio pueda moverse, sino todo lo contrario. Lo que le rodea está lleno. Lleno y no sabe de qué”. “Su necesidad inmediata es ver” identificar (p. 45). Y, primeramente, de verse a sí mismo, saber quién es. Y como no puede verse, lo hará viéndose —relacionándose— desde lo que le rodea; el río, la montaña, el árbol, el sol y la bóveda celeste. Manto azul que será el firmamento donde habitarán sus huéspedes resplandecientes: los dioses. La divinidad, primera realidad que identifica, que no inventa, sino, que la encuentra con su vida, y le servirá de distintas maneras: (a) como imagen —fuente de conocimiento—, y (b) como justificación de su padecer. Porque, siguiendo con la tesis de Zambrano

Una cultura depende de la calidad de sus dioses, de la configuración que lo divino haya tomado frente al hombre, de la relación declarada y de la encubierta, de todo lo que permite se haga en su nombre y, aún más, de la contienda posible entre el hombre, su adorador, y esa realidad; de la exigencia y de la gracia que el alma humana a través de la imagen divina se otorga a sí misma (Zambrano, 2020, p. 43).

Junto al deliro, una nota más, de Martin Buber, “en el principio está la relación” (Buber, 2017, p. 23).

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La historia del hombre se da aquí, entre el delirio y la relación —diálogo—, entre el caminar que intenta escapar y la búsqueda de una alianza; entre los sacrificios que demandan la manifestación de lo divino y persistir en la fe, incluso cuando el espíritu no haya consuelo, en esa vía de amar padeciendo que encarna la historia de Job y sus preguntas. “¿Por qué me sacaste del vientre?” (Biblia de Jerusalén, 1998, Job 10:18). Y en el fondo de la queja de Job están las preguntas que Scheler (1994) pondrá en boca de todo ser humano: “¿Dónde estoy yo mismo? ¿Cuál es mi puesto?, ¿Por qué hay un mundo? ¿Por qué y cómo existo yo?”. Pero, sobre todo, aquel «¿Por qué he de morir?». Pregunta y angustia que llevó al propio Gilgamesh a realizar su viaje —el de todos—, a descender y aceptar su condición.

Preguntas que nos acompañan y nos dan forma, pero ¿cómo fue aquel primer preguntar? Tal vez como una voz abismática, “voz que sale, sin romperlo, del silencio, voz que está sobre el abismo, sostenida por la música, abrazada con ella” (Zambrano, 2009, pp. 294-295). Aunque tal vez haya que imaginarse un escenario previo, algo más cercano al quebranto que irrumpe el aire. Algo como un grito mágico, ubicado todavía en la débil frontera donde nacerán la palabra y el canto, a la música que nacerá unida a esta. Porque la música fue música antes de ser música en ese escenario selvático descrito por Carpentier, “que se llena de espantos nocturnos” donde, ante la muerte, el hechicero hizo surgir “la Palabra”, que “se ablanda y descorazona” ante la muerte (Carpentier, 1978, pp. 174-175). Habría que imaginarse algo parecido a un resonar cósmico que todavía no ha aprendido a nombrar y que intenta volver, con ese gesto, a un lugar original.

Es tras estos pasos perdidos carpenterianos donde podríamos ubicar tal vez los primeros acercamientos del hombre hacia lo divino. Sus gritos acompañarán a los sacrificios que buscarán aplacar y manifestar por un momento lo que no ve. Pues es allí donde el grito, con el tiempo y el desarrollo de la conciencia, conseguirá allanarse, ordenarse y ser camino para ser música. Música que consumirá por fin la ansiada alianza. Posterior camino místico para el pitagorismo y la kavaná. “Permíteme Señor ver tu rostro” cantará Moisés, porque a partir de ese momento, uno podrá sentirse perseguido, pero será el hombre quien ahora persiga a Dios con sus preguntas, y escuchará:

«Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yavhe; pues concedo mi favor a quien quiero y tengo misericordia con quien quiero». Y añadió: «Pero mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida.» (Biblia de Jerusalén, 1998, Éxodo, 33: 19-20)

Así que, no le quedará otra que ubicarlos, escondidos, tras algo o en algo y sin verlos, ritual de paso, caminos peregrinos que germinan en encuentro. Será él quien vaya hacia ellos, reproche o pregunte, porque ya no será algo desconocido, aunque no tenga rostro ni se le haya visto. Se sabe y se siente unido a Él o a ellos a pesar de estar descorazonado, designado o expulsado del origen, quedando a la espera de una señal que se le ha revelado promesa, la tierra prometida.

ACCIÓN

Solsticio de verano

Si tomamos el calendario gregoriano, cada año durante los días 20 y 21 de junio, en el hemisferio norte, y los días 21 y el 22 de diciembre, en el hemisferio sur, —en sus veranos correspondientes—, experimentamos el fenómeno solar que Plinio nombró en su Historia Natural (2010) como solstitium —sol [“Sol”] y sistere [“permanecer quieto”]— haciendo así referencia a la ilusoria quietud que parece adoptar el Sol durante esos días en los que no cambia de trayectoria. Días en los que, astronómicamente el eje de la tierra se inclina demás hacia la estrella solar, siendo que la presencia de luz durante estos días sean las máximas de todo el año. Días, en los que como el propio Plinio —por herencia— ya registró en su obra, suceden cambios y transformaciones que transcienden en la naturaleza y que han ido articulando el calendario de cultivo y de festividades desde las culturas originales hasta nuestros días, donde aún algunas perviven.

Estas interpretaciones sobre una mayor presencia del Sol en nuestras vidas han ido estableciendo ritos y celebraciones que tienen que ver con lo religioso, la adoración a la fertilidad, al equilibrio, al cambio y al amor entre otras. Miremos las construcciones megalíticas, ubicadas en lugares concretos del paisaje donde la luz del sol atraviesa las rocas y sus hendiduras, las alineaciones de menhires, los mitos, las imágenes y los sacrificios que se han sucedido en favor de este fenómeno, de su celebración y comprenderemos que esta es una de las formas que adopta el diálogo, la relación entre el hombre y lo divino; entre la razón y lo supraracional, aquello que se escapa del delirio original.

Ubicación y contexto

Para la realización de la acción seleccionamos uno de esos pequeños circuitos para caballos (yeguas, burros, etc.) en forma de elipse que se generan en los entornos de la huerta, concretamente uno ubicado en el barranco del Carraixet, L´Horta Nord, a pocos metros de Vinalesa (Valencia). Circuitos rudimentarios, lugares históricos y emblemáticos por ser únicos y pertenecer a un presente que solo existe para un colectivo reducido, alejado y silencioso. Convirtiéndose en ruina por su desuso, de alguna manera corren la suerte —tomando distancia— de adoptar el aura de los crómlech o ciertos lugares específicos donde se celebraban tradicionalmente los espectáculos y rituales al sol y sus fenómenos. Celebraciones que junto a sus lugares van cayendo en el olvido, profanándose —capitalizándose y turistificándose—, desvirtuándose o desplazándose.

El hecho de seleccionar este lugar tiene que ver tanto con su forma de elipse, la cual articula la acción, como por su ubicación tan concreta que determina el paisaje y la escenografía. En tanto a su forma, destacar que nos permitió documentar audiovisualmente dentro de un mismo campo visual el movimiento del Sol respecto a la Tierra. Por otra parte, su geometría nos brindó tanto la posibilidad de aludir a la forma terráquea y realizar una metáfora visual de esta respecto al Sol como hilarlo con el concepto de recorrido, de itinerario circular, su otro porqué, en tanto que este hace referencia a lo narrativo, a lo poético de la acción. Es decir, sin llegar a entrar en la idea del eterno retorno, pero sin dejar de mirarlo, caminar en la forma cerrada de la elipse nos permitió representar la historia del ser humano, concretamente la narrativa realizada por Zambrano en el Hombre y lo divino, aparentemente progresiva pero siempre bajo las cadenas de su condición terrenal, mortal. Y aquí, la presencia del Sol adopta un papel protagonista en todo ello, ya que para la acción representa la presencia de lo divino, de las diferente formas y aptitudes que ha tomado en su relación, desde los primeros días de la humanidad hasta hoy, con el ser humano.

—Permanente, el Sol=Divinidad apareció con las primeras luces del alba, haciendo abrir los ojos del hombre; que se viera desnudo, distinto. Su movimiento hacia lo alto, sobre las cabezas, fue alumbrando y haciendo distinguir todo aquello que aparecía, todo lo nuevo. Fijando, estableciendo, pero sin mantener ninguna relación con él, hasta que su presencia, su luz, se convirtió en algo insoportable, caluroso, y, sobre todo, algo imposible de lo que huir. De ahí ese delirio zambraniano, y el inicio de un doble movimiento, la huida y la persecución, que no fue si no la búsqueda de un espacio para sí mismo del hombre y la alianza que aplacaría la demasiada presencia de lo que no se puede ver, o con lo que no se puede relacionar—.

Estas líneas son una forma narrativa y simplista de reducir lo que se cree que ha sucedido, pero si seguimos la historia de las culturas y religiones junto con el movimiento del Sol, al caer la tarde, cuando su presencia se vuelve más liviana, y se puede volver a mirarlo de tú a tú, tras un sufrir y un caminar, puede entenderse la aparición de las primeras religiones de la alianza, de la revelación y de otras formas adoptadas por pensamiento y la razón como fue el surgir de la filosofía. Todas ellas en busca de dar una respuesta a la realidad de la existencia humana.

Por último, en tanto a su ubicación, el lugar se sitúa en un contexto cercano. En él hago caminatas y running diariamente mientras que lo utilizo como fuente de investigación pictórica y poética, como el caso de la Calderona situada enfrente, la cual tiene importante transcendencia en la producción artística personal. Tales montañas para la acción funcionan como espectadores y como emplazamiento hacia el cual andar; emplazamiento que no logro alcanzar por caminar en una elipse.

Experior

Todos estos factores constituyen un espacio ritual, una experiencia liminal para el caminante. Una peregrinación,3 caminando hacia un lugar señalado, hacia un estado, allí donde se espera una revelación. Una búsqueda. —¿De qué?—. De tales cosas a las que a uno le cuesta dirigirse en su cotidianidad, pero a las que anhela volver. De la paz; de la vuelta a la unidad; de necesidad de transcendencia. Y más que una revelación, la creación de una presencia. Aquello que articula a la performance y al proceso ritual: el empeño de convertir en razonable lo indecible como argumenta Luis Villoro a propósito de la experiencia de lo otro. De crear y hacer presentes realidades suficientemente vividas, por medio de la acción y objetos simbólicos,4 de todo cuanto no puede ser establecido y clasificado verbalmente, “¿pero de qué otra forma podría la razón dar testimonio de lo que le rebasa? (Villoro, 1996, pp. 157-8).

La ontología de la peregrinación revela este anhelo de hacer conocido lo oculto, y nace unido tanto al proceso ritual como a la figura del viaje. Metáforas de la experiencia de la vida humana como lo son las figuras del laberinto y del naufragio.5 Recuerda los primitivos desplazamientos sagrados, a las peregrinaciones posteriores y a las acciones protagonizadas por caminantes y performers como Hamish Fulton, Esther Ferrer, Roman Signer, Elia Torrecilla o Miguel Sbastida por citar algunos nombres, que han hecho de la acción del caminar un dispositivo de movimiento, de conocimiento y de representación.

Acciones

La acción se inició con la lectura del primer capítulo de El hombre y lo divino (Zambrano, 2020) “Del nacimiento de los dioses” bajo los primeros rayos de sol, y finalizó, caminando junto a mi familia, realizando una serie de oraciones y cantos bajo los últimos rayos de sol. Ambas escenas fueron documentadas por las cámaras de los acompañantes. Durante el resto de día, y en soledad, se generaron micro acciones vinculadas a los capítulos que se iban leyendo alineadas con la posición del Sol respecto a la Tierra; a las distintas actitudes de la relación del hombre con lo divino: (1) delirio persecutorio, (2) persecución y (3) alianza. Las microacciones fueron documentadas con la cámara del móvil personal (subidas en streaming a la cuenta de Instagram [Historias · Instagram]).

- Inicio acción-Lectura/ Primeras luces / Apertura al mundo.

- Caminar-Cansancio/ Sol perpendicular/ Delirio persecutorio.

- Esfuerzo corporal, flexiones, carreras / Ritual y sacrificio.

- Caminar lento/ Sol vespertino/ Reflexiones y acciones con el medio natural.

- Canto-Oración/ Razón encauza al Amor.

- Presencia familiar/ Puesta de sol / Alianza.

Amar la gracia delicada del cisne azul y de la rosa rosa; amar la luz del alba y la de las estrellas que se abren y la de las sonrisas que se alargan… Amar la plenitud del árbol, amar la música del agua y la dulzura de la fruta y la dulzura de las almas dulces… Amar lo amable, no es amor: Amor es ponerse de almohada para el cansancio de cada día; es ponerse de sol vivo en el ansia de la semilla ciega que perdió el rumbo de la luz, aprisionada por su tierra, vencida por su misma tierra…

Amor es desenredar marañas de caminos en la tiniebla: ¡Amor es ser camino y ser escala! Amor es este amar lo que nos duele, lo que nos sangra bien adentro… Es entrarse en la entraña de la noche y adivinarle la estrella en germen… ¡La esperanza de la estrella!… Amor es amar desde la raíz negra. Amor es perdonar; y lo que es más que perdonar, es comprender… Amor es apretarse a la cruz, y clavarse a la cruz, y morir y resucitar… ¡Amor es resucitar!

(Dulce María Loynaz)

FUENTES REFERENCIALES

Blumenberg, H. (1995). Naufragio con espectador. (J. Vigil, Trad.) A. Machado Libros S. A. (Obra original publicada en 1979).

Buber, M. (2017). Yo y tú. (C. Diaz Hernández, Trad.) Caparrós (Obra original publicada en 1974).

Carpentier, A. (1978). Los pasos perdidos. Al Quetzal.

Chillarón, I. (2023). La peregrinación como propuesta estética. Encuentros entre las prácticas artísticas y la peregrinación. ANIAV - Revista de investigación en artes visuales, 12, 13–28. https://doi.org/10.4995/aniav.2023.19137

Díaz, R. (2000). La trama del silencio y la experiencia ritual. Alteridades, 59–74.

Job, 10:18. (1998). En Biblia de Jerusalén. Editorial Desclée De Brouwer.

Plinio. (2010). Historia Natural Libros XII-XVI. (F. Manzanero; I. García; MaL. Arribas; A.Ma Moure; J.L. Sancho, Trad.) Editorial Gredos.

Scheler, M. (1994). El puesto del hombre en el cosmos. (J. Gaos, Trad.) Editorial Losada. (Obra original publicada en 1928).

Villoro, L. (1996). La mezquita azul. Una experiencia de lo otro. Verdehalago/Universidad Autónoma Metropolitana.

Zambrano, M. (2009). Las palabras del regreso. Ediciones Cátedra.

Zambrano, M. (2020). El hombre y lo divino. Alianza Editorial.

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1 El presente artículo hace uso de la palabra hombre de la manera en la que lo hace María Zambrano en su obra El hombre y lo divino de manera neutra para nombrar al ser humano en su totalidad. De esta manera, su uso en las siguientes líneas no se da desde la distinción de géneros, sino desde la unidad y en referencia a la obra de la que se parte, a sabiendas que su uso en la actualidad está en revisión.

2 Sobre la lectura de El hombre y lo divino de María Zambrano (2020) se estructura este proyecto también llamado El hombre y lo divino, sirviendo como guion que nos permite establecer y construir la acción principal y sus micro acciones, así como la estructura teórica sobre la que se construye este artículo.

3 Para una información más amplia sobre el término véase mi artículo La peregrinación como propuesta estética. Encuentros entre las prácticas artísticas y la peregrinación. ANIAV - Revista de investigación en Artes Visuales, (12), 13–28.

4 Para una exposición más detallada se recomienda ver el trabajo del profesor Rodrigo Díaz (2000).

5 Se recomiendo al respecto de la metaforología de los términos visitar la obra de Hans Blumenberg, con especial atención por nuestra lectura Naufragio con espectador (Blumenberg, 1995).