Las alquerías valentinas surgen bajo la dominación musulmana como pequeños centros de población, facilitando la residencia a los agricultores y ganaderos del lugar. Robert Burns las define como la más pequeña de las unidades comunales dotada de nombre e identidad. En zonas más fértiles las encontramos en mayor número, como es el caso de la huerta valenciana; por otro lado, en zonas más distantes y con una orografía más agresiva, reducen su número. Hasta aquí no hay nada nuevo que las distinga de cualquier asentamiento rural, pero las alquerías valencianas tienen un elemento diferenciador que las hace únicas: están fortificadas y disponen de una única pero enorme torre, que es el objeto de nuestra investigación. No tenemos una fórmula única para el reconocimiento de estas torres. Los avatares históricos que ha sufrido cada una de ellas han sido dispares, y nos han deformado su visión de forma individualizada, dificultando a veces en extremo su identificación. No obstante, dada su morfología, siempre nos muestra algo inequívoco para reconocerla. Las soluciones arquitectónicas implantadas para dar respuesta a los problemas de la defensa del territorio, y en último lugar a la propia vida, son hoy en día objeto de debate y controversias debidas, en su mayor parte, a la ausencia de documentos escritos musulmanes que aportarían luz a estas construcciones. Por parte de los investigadores parece estar claro que la vía que puede aportar novedades es el estudio sistemático de las edificaciones y vestigios todavía existentes, sumado a las investigaciones de otros tipos de fuentes y a la propia historiografía. Esta línea es la que ha seguido la presente investigación. Se han visitado, fotografiado y dibujado las torres formando un catálogo de consulta que tiene al dibujo de los restos arqueológicos como verdadero protagonista de la investigación. En cuanto al ámbito se ha preferido ampliar zonas sin miedo a la dispersión, hasta llegar a no encontrar edificaciones, e incluso, incorporando aquellas de las que se tenían dudas. La intención era obtener argumentos de descarte y que fuera la propia obra arquitectónica la que acotara el ámbito territorial de la investigación. Se ha realizado un análisis descriptivo-formal en donde se han descrito pormenorizadamente todas las torres existentes. También se han descrito en la medida posible todas las torres desaparecidas pero de las que se tenía certeza de su existencia. Y por último se han nombrado todos los torreones y castillos asociados. De este modo se ha generado una base de datos actual y una reconstrucción del mapa que debieron formar estas construcciones. Seguidamente se ha realizado un análisis técnico-constructivo de las torres. Empezamos por el sistema constructivo empleado, el tapial. Se ha trabajado sobre sus dosificaciones, dimensiones y elementos de refuerzo. También se ha determinado la forma y elementos utilizados en la configuración del encofrado, observando los pequeños cambios debidos al avance en el tiempo. Esta lectura de la huella se ha extendido a los elementos decorativos encontrados en los lienzos exteriores. Para el estudio individualizado de las diferentes partes constructivas se ha procedido a dividir en unidades de obra: cimentación, vanos, formación de niveles, comunicación vertical y elementos de defensa. Disponemos ahora de tablas con los análisis de cada una de las torres que quedan en pie. Con todos estos datos hemos procedido a discriminar en distintos grupos atendiendo primeramente a su superficie, es decir, al tamaño de su planta, obteniendo cuatro grupos de torres. Seguimos buscando invariantes, relacionando ahora el resto de factores: dimensionales, estructurales y compositivos. También se ha realizado un acercamiento a su implantación, que nos ha despejado dudas a tres niveles. Uno primero sobre la intervisibilidad entre estos edificios, pudiendo afirmar ahora que la elección de su emplazamiento no responde a estas necesidades. Una segunda sobre su orientación, comprobando que no es cardinal y que en la mayoría de los casos tiene un acimut próximo al de La Meca. Finalmente, al realizar el estudio sobre su situación geográfica y ordenación sobre el territorio, hemos probado que el único factor determinante en este nivel fue la presencia de agua en sus inmediaciones. Fruto de todos los análisis realizados hemos podido establecer finalmente los diferentes tipos de torres clasificados en grupos y subgrupos, recogiendo las características generales y específicas de cada uno de ellos, y ordenados según la lectura que a través del dibujo arquitectónico se ha realizado de los procesos constructivos. Esta secuencia tipo- tempo, se ha cruzando con los datos de los periodos históricos favorables para su promoción, concluyendo con el estableciendo de un supuesto cronológico de su construcción. En este proceso de análisis y determinación hemos pasado del simple dato arqueológico a la aprehensión del edilicio a través de la suma de éstos por medio del levantamiento gráfico, convirtiendo la adición de datos individuales, minúsculos en sí mismos, en certera prueba de realidades mayores. Estas nuevas realidades han probado errores historiográficos y de intervención, mostrando una información valiosa que se pone a disposición de la comunidad de investigadores y técnicos involucrados.