Resumen La Competitividad de los sectores económicos ha merecido innumerables trabajos, estudios y experiencias. A pesar de ello, no se dispone de una definición conceptual específica y taxativa de lo que ella significa; tampoco se ha podido delimitar la cantidad de factores que la impulsan y mejoran. Entre estos últimos, algunos autores mencionan la necesidad de la existencia previa de un mercado interno exigente y desarrollado para generar la experiencia que permita competir en el mercado mundial. En Argentina, el sector oleaginoso de la soja y el girasol es el primer exportador mundial de aceites desde hace varias décadas y nunca ha tenido una demanda interna importante -especialmente de los derivados de la soja-. En esta Tesis demostraremos que un sector puede ser competitivo aunque su mercado interno sea reducido o inexistente y que el saldo comercial sectorial positivo, a lo largo de los años, demuestra su grado de competitividad. También se argumenta que las inversiones han de orientarse hacia la generación de factores de competitividad avanzados y especializados, aquellos que generan competitividad de orden superior. No obstante esta realidad, demostraremos que también las inversiones que se aplican a factores estructurales básicos y genéricos -aún las poco significativas- pueden intensificar la especialización y mejorar la competitividad de un sector económico que ya la posea en cierto grado. Esta demostración no es menor, ya que resulta de mucha utilidad a los países en desarrollo donde los recursos económicos son muy limitados. Adicionalmente a lo indicado, el estudio de los medios por los cuales puede cuantificarse el impacto de algunos factores impulsores de la competitividad, ha generado la creación de un método gráfico-numérico, basado en la suma de vectores, muy útil para comparar el comportamiento de la competitividad de un sector en diferentes períodos de tiempo o entre diferentes países.