Abstract:
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[ES] El crecimiento es una vorágine de cambios, tanto físicos como mentales. Uno de ellos, un aspecto insoslayable, es la configuración de nuestra intimidad. Sin embargo, en esta era digital, la privacidad se ha vuelto ...[+]
[ES] El crecimiento es una vorágine de cambios, tanto físicos como mentales. Uno de ellos, un aspecto insoslayable, es la configuración de nuestra intimidad. Sin embargo, en esta era digital, la privacidad se ha vuelto líquida, se desplaza, se escurre entre los dedos como agua. Las claves de acceso a nuestras cuentas digitales son una de las fortalezas que protegen nuestra intimidad, pero también son una ventana de preguntas que nos interpelan directamente. ¿La persona que más amas en este mundo?, nos pregunta la pantalla azul. Intentamos desesperadamente recuperar nuestra cuenta, apelando a nombres de mascotas o familiares fallecidos, pero la respuesta se nos escapa, y con ella, la memoria de esa persona que alguna vez significó tanto para nosotros. La adolescencia, como un tsunami, arrasa con todo a su paso, dejando a su paso un hábitat inundado. Pero si sobrevivimos, construiremos un fuerte sólido con los restos de la catástrofe, anhelando mantenernos a flote en un entorno líquido que amenaza con disolvernos en el anonimato.
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[EN] Growth is a whirlwind of changes, both physical and mental. One of these changes, an inescapable aspect, is the configuration of our intimacy. However, in this digital era, privacy has become liquid, it shifts, it ...[+]
[EN] Growth is a whirlwind of changes, both physical and mental. One of these changes, an inescapable aspect, is the configuration of our intimacy. However, in this digital era, privacy has become liquid, it shifts, it slips through our fingers like water. Access codes to our digital accounts are one of the bulwarks that protect our intimacy, but they are also a window of questions that directly challenge us. "The person you love the most in this world?" asks the blue screen. We desperately try to recover our account, appealing to names of deceased pets or family members, but the answer eludes us, and with it, the memory of that person who once meant so much to us. Adolescence, like a tsunami, sweeps everything in its path, leaving behind a flooded habitat. But if we survive, we will build a solid fort with the remains of the catastrophe, longing to stay afloat in a liquid environment that threatens to dissolve us into anonymity.
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