UNA REVISIÓN DE “LA DECONSTRUCCIÓN POSTMODERNA” EN ARQUITECTURA R E S U M E N En el verano de 88, el MoMA de Nueva York inauguró la exposición de arquitectura en la que se mostraban obras que revelaban la deconstrucción de la forma arquitectónica. La arquitectura que comparece en esta exposición manifiesta el agotamiento de la arquitectura tradicional: desde la moderna funcionalista hasta la postmoderna y nostálgica. Sin embargo, dicho “agotamiento” no es solamente el formal sino que, con mucha frecuencia, en la literatura arquitectónica no es más que el trasunto del agotamiento ideológico en otras áreas del saber. El fenómeno deconstructivista parece ser un “momento reflejo”, una suerte de deslizamiento del ocaso de las ideologías a la arquitectura. Por tanto, puede sostenerse que “la deconstrucción arquitectónica” no hubiera sido posible, sin el decurso natural de la postmodernidad como crítica a la modernidad. Lo que sucede es que la teoría deconstructivista, que en su genealogía es postmoderna, acaba por deslegitimar incluso a la propia postmodernidad. De manera, que si la función y “el espíritu de los tiempos” tenían el carácter de fundante en la modernidad arquitectónica y la recuperación de la memoria y el significado “plurívoco y polifónico” lo eran para la postmodernidad, la deconstrucción destituye e inhabilita en cierto modo a ambas a la vez. Cualquier categoría fundante sobre la que se pueda sostener fiablemente una estructura del saber es tildada de intencionada, contaminante, prejuiciosa. Junto a esta situación de crítica y desembalaje de los criterios tradicionales de racionalidad, se advierte en clara sintonía con el mundo literario, la imposibilidad de alcanzar un significante que refiera unívocamente y en estado puro a un significado. No hay posibilidad de dar con el significante perfecto. Siempre remite a otro y después a otro, en un proceso sin fin que nos hace dudar de la posibilidad de dar con el significado verdadero de las cosas y a la postre con lo que las cosas son. El propio lenguaje está viciado y esta contaminación convierte en prohibitiva la decisión de poder “comunicar” verdaderamente (la arquitectura es comunicación) y definir. Nada se puede predicar sin caer en el error. Lo bello, lo verdadero, lo bueno, acaban dispersándose y absolviéndose unos respecto de otros. La unidad de lo real estalla generando infinitos fragmentos de los que como mucho se puede predicar eso: que son fragmentos. Por lo que el saber deviene fragmentario y la ontología lo es sin canon: ésta es la novedad. La arquitectura no permanece ajena a esta situación. En ella misma hay infinidad de categorías fundantes, de las cuales las más destacadas y que han recorrido todo la historia arquitectónica han sido las definidas por Vitruvio: utilitas, firmitas y venustas. La interpretación y la consideración de estos atributos de la arquitectura en cierto modo han recorrido la historia con mayor o menor intensidad. Sin embargo, desde el momento en que la propia razón queda inhabilitada para definir, como se verá en toda la crítica a la postmodernidad, las categorías y atributos de la arquitectura no sólo pierden densidad sino que serán objeto de destrucción, a saber deconstrucción. La utilidad, la bondad, la belleza, la funcionalidad y la firmeza no son a prioris condicionantes de la arquitectura. En cualquier caso lo serán si el arquitecto quiere que lo sean. Lo único fundante en el fenómeno deconstructivista es que nada hay definitivo, todo es inestable e inseguro: provisional. Los recursos utilizados por la arquitectura a este respecto serán la confusión, el formalismo y a la postre el mero juego. La arquitectura deconstructivista deviene mero juego lúdico de formas que se verán reflejados en los fenómenos de desestructuración, desfuncionalización y desfamiliarización, o lo que es lo mismo: contra la firmitas, contra la utilitas y contra la venustas. Los arquitectos deconstructivistas, apelan con mucha frecuencia al fenómeno post estructuralista. La literatura incluso refiere al estructuralismo en clara confusión con ambas tendencias filosóficas. Estructuralista es Aldo Rossi. Posestructuralista es Bernard Tschumi. De manera, que para poder hacernos cargo de lo que la arquitectura deconstructivista quiere reflejar, ha sido necesaria la exploración filosófica desde el comienzo en que la propia razón y la posición de la realidad se ven alteradas. Todo parece comenzar en Descartes, y la Ilustración. Desde allí, la belleza, incluso lo real, pasa de ser algo en los objetos a ser algo en los sujetos, iniciándose un proceso de voluntarismo que alcanzará a la modernidad y llegará a nuestros días. Se trata de enlazar las corrientes ideológicas que han recorrido la historia desde la modernidad con la realidad arquitectónica, y advertiremos que en el caso de la deconstrucción la reflexión respecto del postestructuralismo es meramente lineal y que la arquitectura más que traducir la ideología deconstructivista a ella misma, lo que en realidad hace es transferirla. La transferencia comete el error de considerar que la arquitectura es mera especulación, cuando tiene poderosas dosis de construcción. La deconstrucción ideológica más que ser un estatuto teórico “invulnerable” para la arquitectura es en realidad, una hiperestimulación en el proceso creativo. Nunca se había abordado la arquitectura destituyendo a la razón, incluso a la belleza, a la forma y la función y proponiendo meramente el puro fluir, la veleidad y el caos como única salida. Junto a esta situación de desvanecimiento y destitución de cualquier tipo de categoría fuerte o fundante en el saber, simultáneamente se produce un fenómeno sin el cual, no hubiera podido darse “la deconstrucción arquitectónica”, a saber: las nuevas tecnologías y la globalización. Las nuevas tecnologías facilitan el divertimento lúdico pues liberan al ente arquitectónico de finalidades unívocas incluso de los propios límites del objeto arquitectónico. En resumen, la deconstrucción es un fenómeno postmoderno que no sólo cancela a la modernidad sino que clausura a la postmodernidad. Tiene el carácter de conclusivo y de fin de época: un grito final. “Es el canto del cisne”. Rafael García Sánchez Dirigida por el Dr. D. Juan Francisco Noguera Giménez Resumen de la Tesis presentada en el departamento de Composición Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia. Noviembre de 2.006.