La pulsión por titular: ¿por qué se atribuyen títulos a la obra (acción) artística?

Abstract

En la producción artística, a los objetos resultantes de la actividad creativa, -es decir, la obra de arte-, se les atribuye un título. El título se emplea para diferentes fines, siendo los motivos elementales por los que se titula: a) dotar de identidad la obra, sirviendo además ese acto como proyección en potencia del sujeto al extenderse este al propio objeto artístico; b) dotar de personalidad la obra, -significándose como producto a fin de insertarse y relacionarse en sociedad-, y por último, y como síntesis de los dos primeros motivos, c) culminar el trabajo y adquirir la seguridad que otorga -la voluntad cumplida-, ¿donde la obra nace con el individuo y crece en comunidad: socialización. Además de los diversos motivos por los que se ritualiza el alumbramiento nominal, cabe decir que, bien sea para el observador o el investigador en arte, es a partir del título desde donde puede objetivarse la relación entre la proposición conceptual y el aspecto formal de la obra. Es relativo determinar para qué se titula, siendo el título un fin útil para el código historiográfico, el protocolo académico o el catálogo que posiciona la obra en el mercado. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿hay algo más que los meros convenios funcionales; es decir, hay algo más que utilitarismo contractual, que la pedagogía académica o la practicidad logística en el propósito de titular? Siendo el título el colofón con el que se clausura la obra, y el rito que precipita el cierre del proceso psíquico de la creación, es evidente que sí hay algo más que mero utilitarismo, y así se sostiene en esta tesela: se desencadena en el artista una pulsión por titular que cuando se resuelve es, obviamente, satisfactoria, pero... ¿Por qué?; ¿por qué los artistas tienen esa irresistible tensión por titular sus creaciones?