Resumen:
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[ES] El aumento de la población en zonas urbanas con el correspondiente incremento de la demanda de agua no ha ido acompañado, en muchos casos, de un crecimiento ordenado de las infraestructuras hidráulicas necesarias para favorecer esta demanda. Este hecho, unido a una insuficiente tasa de renovación de tuberías, ha propiciado que muchas redes se vuelvan incapaces de satisfacer la demanda de todos los consumidores de forma simultánea.
A medida que los sistemas se vuelven más ineficientes, el abonado recurre a depósitos domiciliarios, habituales en muchos países sobre todo en los menos desarrollados. En estas condiciones y con la existencia de estos depósitos, los picos de demandan se laminan y la red es capaz de abastecer a los usuarios de forma continua. De esta forma, los sistemas se protegen frente a acusados cambios en la demanda y los usuarios ante posibles servicios intermitentes.
Pero frente a estas ventajas, los aljibes presentan innumerables inconvenientes. Uno de los más evidentes y posiblemente el más importante es la pérdida de calidad del agua. Al tiempo de residencia del agua en la red hay que sumar el tiempo que el agua permanece en los depósitos antes de ser consumida, con la consiguiente pérdida de desinfectante (Machell y Boxal, 2012). Por otro lado, son un sumidero de energía. Dado que la red se despresuriza al llegar a estos elementos, la energía que previamente se ha suministrado a la red, se pierde. En tercer lugar, con la presencia de estos elementos, aumentan, generalmente, las pérdidas aparentes, dado que suelen medirse los caudales de entrada a los depósitos cuyos bajos valores corresponden a la zona con errores de subcontaje de las curvas de los contadores. Desde un punto de vista económico, también se ha evidenciado que la presencia de estos elementos supone a largo plazo un coste mayor (Cabrera et al., 2013; Charalambous, 2011). Por último, la existencia de aljibes domiciliarios en las redes de distribución, interfieren en la práctica totalidad de los métodos más comunes de detección de fugas.
Este trabajo se centra en este último aspecto, en la inconveniencia de estos elementos desde el punto de vista del control de las pérdidas de agua. Si bien es sencillo conocer el valor del agua incontrolada en una red, no lo es tanto desagregar las fugas, o pérdidas reales, y el agua incontrolada consumida, es decir, las pérdidas aparentes. Porque la presencia de aljibes invalida los métodos comúnmente utilizados para evaluar las fugas al tiempo que dificultan, cuando no imposibilitan, la elaboración de modelos matemáticos calibrados de las redes de abastecimiento, tan útiles para su gestión. El artículo realiza una revisión general de los métodos de detección de fugas y de cómo se ven afectados por su presencia.
En definitiva, además de los inconvenientes conocidos y demostrados sobradamente (Cobacho et al., 2008) como son los problemas de calidad o el bajo rendimiento global de las redes que cuentan con estos esquemas de suministro (Soriano et al., 2010), está el problema asociado de la distorsión de los flujos de agua por la red.
Conocer el estado de los sistemas es imprescindible para mejorarlos, y el punto de partida debe ser, en la mayoría de casos, conocer el destino del agua que no se consume o no se contabiliza. Sin este diagnóstico difícilmente se pueden fijar estrategias adecuadas que conduzcan a sistemas más eficientes. En definitiva, la presencia de estos elementos imposibilita la gestión sostenible de los sistemas razón por la que en el trabajo también se establecen directrices para erradicarlos.
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