Resumen:
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[ES] Las sociedades contemporáneas en su continuo proceso de transformación se han convertido en productoras incansables de basura de diferente naturaleza. De entre todo el desperdicio, depositado o amontonado en sus correspondientes puntos, aparecen cada vez con mayor frecuencia enseres abandonados por cualquier lugar. Son los restos de una sociedad en tránsito, objetos que dejan de significar la función para la que un día fueron creados y a la que han servido durante su vida útil para convertirse en metáforas. Adquieren un significado que ya no puede discernirse mediante los sentidos, su carácter tangible se diluye y deja paso a la intervención de la memoria. Son despojados y sustituidos en un proceso repetido una y otra vez, en una dinámica que hace girar la rueda del progreso. Mientras la sociedad mira impasible esta ruina que se genera a sus pies, el progreso se transforma en huracán que acelera el movimiento. La contemplación de la catástrofe no se produce con remordimiento, de esta destrucción se extrae el bienestar y se mantiene el sistema.Por qué entonces tendría importancia alguna este cúmulo de representaciones cargadas de un significado pasado, inutil en una realidad que solo bebe de un presente inagotable. No tendrían más sentido que funcionar como destellos de un pasado reciente que marca un camino de regreso. Un regreso para trazar una ruta redentora y también con potencial revolucionario, capaz de crear memoria colectiva. Esta fuerza emana de los objetos abandonados, al ser los residuos que encarnan las fantasías, los sueños y las vivencias colectivas de un mundo caduco, son los residuos de una realidad que no fué. De todo aquello que quedó obsoleto antes de tiempo en un mundo destinado a generar y consumir, objetos y también emociones, personas y vidasAl volver a aparecer en el presente, descontextualizados, son objetos que enuncian a nuestra memoría, a nuestro pasado más íntimo y también colectivo, llevan en sus huellas escritas las marcas de toda una historia que engloba a la sociedad. Por lo tanto, estas vivencias laten en los objetos y reviven como espectros del pasado cuando se produce su encuentro. Encarnan la historia sin artificio, pero no configuran grandes relatos epopéyicos si no que se adentran en los más profundo de la intimidad, son los objetos del hogar, del espacio doméstico, del refugio humano. Son los enseres de la caverna dejados a la intemperie de la sociedad. Vuelven para enunciar el fracaso más personal, más cotidiano y por lo tanto universal de una sociedad enferma de nostalgia ante la ausencia de futuro. Estos enseres dibujan un camino para recuperarse del desastre. Dotan a la sociedad de formas alternativas de recordar, de ejercer la memoria, permitiendo así la construcción de nuevos espacios de recuperación del pasado. De tal forma que estas acciones comportan una introducción de discontinuidad temporal sobre el presente, adquiriendo la capacidad de transformarlo y abrir la posibilidad de crear algo nuevo: un futuro alternativo.
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