Resumen:
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ARQUITECTURA DE MUJER.
Hay un sabor, o un calor, en cada una de las páginas, en cada uno de los dibujos que ilustran a continuación este proyecto de Esther Broseta, que reconocemos habitualmente en el resultado que ...[+]
ARQUITECTURA DE MUJER.
Hay un sabor, o un calor, en cada una de las páginas, en cada uno de los dibujos que ilustran a continuación este proyecto de Esther Broseta, que reconocemos habitualmente en el resultado que tejen unas manos de mujer. Cuando se cumplen diez años de la pérdida de la arquitecta Cristina Grau1 tengo una satisfacción muy íntima al descubrir el análisis minucioso que este proyecto aborda en una zona degradada de la ciudad, como es el barrio de Nazaret, con dosis equivalentes de decisión y fantasía; al contemplar la contundencia y la belleza de un trazado regulador que parte del reconocimiento de lo existente y se confiere a la vez en plantilla o matriz de lo que se propone.
Esa planta accidentada en su contorno, esa traza, que contiene un conjunto de piezas ordenadas con la pericia del bricoler y la afición del coleccionista, tiene también algo de bolsa generadora de vida, y los espacios no ocupados, intersticios de formas más ambiguas y premeditadamente diversas, me parecen más una suerte de líquido elemento, de fluido denso e inteligente, que traslada al usuario y al espectador en un recorrido placentero ¿que viene de placer y que puede venir de placenta- en sí mismo, en la búsqueda de la especialidad funcional.
Se coloniza el espacio externo como lo hacen los seres vivos al ¿marcar¿ territorios propios, y las arañas de Louise Bourgeois que habitan las infografías de la autora también tejen, como ella misma, una estructura liviana y suficiente para dejar atrapado en la red el espíritu más sensible.
Creo entender un objetivo primordial que no es otro que la dignificación del habitante -como siempre conviene a la buena arquitectura- que se trasluce en la complejidad moderada de las secciones, en las apuestas estructurales y constructivas, en la elección y disposición de los acabados, que se van comprendiendo con la costumbre hasta reconocerlos con naturalidad en una lectura poliédrica que acompaña el tiempo de su utilización.
Las piezas cristalizadas que emergen de los planos generales de cubierta, lo hacen como rocas un tanto etéreas, como cúpulas fractalizadas para ser oteadas desde la lejanía mientras cuelan en una edificación aparentemente fortificada pedacitos de cielo que la hacen estallar y ser libre. Y un vocabulario tan críptico como mágico va grafiando superficies, techos y paredes, suelos por reflexión o por sombras, con la gracia espontánea del dibujo infantil y la sofisticada eficacia del pictograma.
No me extraña la atención que la arquitecta presta a conceptos como filtro, luz o agujero; tres versiones en su proyecto de una misma idea generadora de ambientes cálidos y amables que unen a una lógica organizativa y dimensional episodios relevantes que resultan el mejor tratamiento para una construcción dedicada al estudio y la difusión de la arquitectura contemporánea. Y son también estos tres conceptos los que matizan el espacio urbano y su definición material, tan construido como las piezas que lo configuran o lo limitan, en una calidad de unidad estratégica que preside toda la intervención y caracteriza el resultado.
Un discurso completo y muy maduro, sorprendentemente maduro, que me honro en valorar como merece.
1 Cristina Grau, arquitecta valenciana de una conocida saga de arquitectos alcoyanos fue también pintora y profesora de proyectos de la Escuela de Valencia. Impulsó las primeras convenciones de mujeres arquitectas en España y pudiera haber sido la primera catedrática de proyectos arquitectónicos de la Universidad Española. Su obra construida y sus ensayos son de referencia para la arquitectura moderna en Valencia
José María Lozano Velasco. Doctor Arquitecto.
Catedrático de Proyectos Arquitectónicos profesor de PFC y responsable del Taller H.
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