Resumen:
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IMPACTO POSITIVO
El proyecto de Dolors Aparici, o más exactamente, la convocatoria en la que mediante Convenio con el Ayuntamiento de Almassora se propuso trabajar en un Centro de Acuicultura en su término municipal, ...[+]
IMPACTO POSITIVO
El proyecto de Dolors Aparici, o más exactamente, la convocatoria en la que mediante Convenio con el Ayuntamiento de Almassora se propuso trabajar en un Centro de Acuicultura en su término municipal, inaugura una fase en la que el Taller H ha querido comprometer con el territorio sus trabajos de Fin de Carrera. No podía ser de otra manera porque el lugar confiere el primer determinante a un proyecto de arquitectura. En consecuencia se propuso a los estudiantes ensayar soluciones muy ligadas al territorio y al río Mijares, cuyo lecho merece la caracterización de espacio protegido que le adjudicó en su día la Generalitat Valenciana.
Estamos habituados a exigir estudios de impacto ambiental cuando se interviene en espacios, ya sean urbanos, rurales o paisajísticos, de especial delicadeza. Pero también es habitual que la valoración se haga desde presupuestos de minimización del impacto visual o ambiental, con un razonable temor a romper equilibrios existentes, a modificar en exceso escenarios ambientales frágiles, a romper armonías fabricadas en el transcurso de la historia. Sin embargo, pocas veces aspiramos a establecer un ¿impacto positivo¿, a aumentar el equilibrio mediante la incorporación de piezas nuevas capaces de sumar calidad al conjunto mientras se configuran en sí mismas como elementos de valor estético, a modificar mejorando, a añadir al discurso histórico el episodio que corresponde por su actualidad y que completa provisionalmente una lectura siempre inacabada.
Por ello esa estrategia transversal en la que este proyecto se aplica, apostando por una colonización que va desde la ermita y el azud hasta la desembocadura es, ya de entrada, su principal acierto. Y la racional organización, tanto en la disposición y el dimensionamiento de los diferentes espacios, como en la formalización externa e interna de los volúmenes que los acogen, en su conclusión más apreciable.
Porque el edificio que ha dibujado su autora es mucho más que un contenedor funcional preciso y un estuche elegante que se inserta amablemente en el paisaje próximo al río. Es un sistema de relaciones dentro-fuera que confunde, también en positivo, interior y exterior entendiéndolo como unidad indisoluble. Hay orden y geometrías rigurosas, hay modulación y proporciones casi mágicas y hay una lógica doméstica, un sentido común, una cierta austeridad de trazos y gestos, que hacen del conjunto una experiencia reconocible para el usuario y para el visitante, como si de un recuerdo de su propia trayectoria vital se tratara. Su eficacia funcional y la necesidad de atender a requerimientos muy estrictos en materia de producción no han perjudicado en ningún momento el objetivo de llegar a formar parte imprescindible de un nuevo paisaje del frente fluvial enriquecido.
Se confía a un armazón de planos horizontales y verticales la capacidad de establecer zonificaciones, recorridos y visuales que materializan con éxito ese sistema de relaciones entre espacios climatizados y exteriores al que me he referido con anterioridad y que garantiza la bondad de la operación arquitectónica. Los elementos emergentes ponen el contrapunto adecuado a la ligera ondulación del cerramiento de la plataforma de base, erigiéndose como los faros o torres de vigía que jalonan las tierras del mediterráneo.
De manera que ese impacto positivo que a menudo reivindico ante mis estudiantes, tiene en este proyecto un ejemplo muy ilustrativo. Un ejemplo de cómo la técnica al servicio de la sensibilidad en la construcción de espacios útiles para el hombre sigue siendo la mejor definición de esa arquitectura que amamos tanto.
José María Lozano Velasco. Doctor Arquitecto.
Catedrático de Proyectos Arquitectónicos profesor de PFC y responsable del Taller H.
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