Resumen:
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En el imaginario colectivo las obras de arquitectura más nobles y duraderas, aquellas que deben trascender las vidas de sus promotores, se construyen en piedra. En cambio, las construcciones de albañilería en general y las ...[+]
En el imaginario colectivo las obras de arquitectura más nobles y duraderas, aquellas que deben trascender las vidas de sus promotores, se construyen en piedra. En cambio, las construcciones de albañilería en general y las de yeso en particular, suelen asociarse con trabajos de menor valía. Salvo unas pocas excepciones, como las ricas decoraciones epiteliales de factura andalusí o barroca, dichas propuestas suelen englobarse dentro el vasto y heterogéneo conjunto de la «arquitectura popular». De forma análoga, también se asocian los trabajos en piedra con la innovación técnica y el admirable desarrollo de los procedimientos de control de la forma del arte del corte de piedras. Mientras, las fábricas de ladrillos y yeso, incluso las suntuarias, se presentan como «sencillas» obras de alarifes que en el mejor de los casos imitan o adoptan de manera simplificada los antedichos procedimientos canteriles. Sin embargo, la realidad es bien distinta. La presencia continuada de la albañilería en muchos territorios europeos hunde sus raíces en la dominación romana, siendo frecuentes los intercambios técnicos entre ambos oficios, como dejan patente valiosos estudios realizados desde el nuevo enfoque disciplinar de la historia de la construcción. Esta visión, más centrada en los métodos de proyecto y ejecución y menos condicionada por las cuestiones estéticas o las interesadas implicaciones nacionalistas sobre el origen de cada variante tipológica, ofrece valiosos datos que acreditan la influencia de las experiencias previas de la albañilería en la formación del primer sistema constructivo europeo que dio pie a la arquitectura bajomedieval.
Aunque la variedad de aplicaciones fue amplia, en este capítulo solo se presta atención a aquellas soluciones de carácter arquitectónico que, por su naturaleza, deben cumplir a priori al menos unas mínimas exigencias portantes, en esencia: vanos, tracerías y galerías, portadas, bóvedas, arcos diafragma; escaleras y entrevigados. Bastantes de ellos tienen en común, salvo contadísimas excepciones, haber sido conformados monolíticamente mediante yeso vertido en un molde al que posteriormente se daba una terminación artística mediante la talla o el modelado con terraja.
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