Resumen:
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[EN] Now more than ever images are watched in its primary state: the virtual one (screen). Besides being compulsive image consumers, we need to set these images beyond the virtual state of our right brain processing for ...[+]
[EN] Now more than ever images are watched in its primary state: the virtual one (screen). Besides being compulsive image consumers, we need to set these images beyond the virtual state of our right brain processing for the left brain to analyze and conceptualize them. That is the reason why, along our long journey as humans, we did not settle with our latent capacity of vision, the one provided by our retina (sensed by our eyes due to light) and our thought process. On the contrary, we have focused in retaining and deciding to store that image with the goal of entering into its time (to look). We live looking around and searching for intermediate zones of communication in an attempt not so much of identifying, nor finding out, nor discovering but to watch so we can set the image, understanding it, translating it, and inhabit it from the experience of just looking at it (to register). The question arises when we realize the experience is changing. Computer screens are a barrier between us and the reality. They are not only a flat square surface that sits a certain distance from our eyes. They are the window we communicate through, where we work and where images are created. We see through them and they are transforming our sight, bringing in new ways of representing things (to display) and of interacting with our environment.
The artwork “20,000 feet or the tiny memory” is an example of turning bits into atoms and the use of data visualization for creating art as an event. In this work, the accuracy' of' the' light translates into a pigment that shapes the footprint and discovers us the most sensitive aspect of the transition from the virtual to the real world.
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[ES] Ahora más que nunca la imagen la vemos en su primer estado: el virtual (pantalla). Además de ser unos devoradores de imágenes compulsivos, tenemos la necesidad de fijar esas imágenes más allá de la virtualidad en el ...[+]
[ES] Ahora más que nunca la imagen la vemos en su primer estado: el virtual (pantalla). Además de ser unos devoradores de imágenes compulsivos, tenemos la necesidad de fijar esas imágenes más allá de la virtualidad en el que nuestro hemisferio derecho del cerebro las procesa y el izquierdo las analiza y las conceptualiza. Es por ello que, a lo largo de nuestro recorrido como seres humanos, no nos hemos conformado con la capacidad de la visión latente, esa que es de la retina (percibe por los ojos mediante la acción de la luz) y el pensamiento. Por el contrario nos hemos esforzado en retener y decidir fijar la imagen para entrar en su tiempo (mirar). Vivimos mirando y buscando zonas intermedias de comunicación, motivados por un intento no tanto de identificar, ni hallar, ni descubrir, sino de mirar para poder fijar la imagen, entenderla, traducirla y habitarla a partir de la experiencia de mirar (registrar). La pregunta surge cuando caemos en la cuenta de que esta experiencia está cambiando. Entre la realidad y nosotros se interponen las pantallas. Ya no es solo una superficie rectangular y plana situada a una cierta distancia de nuestros ojos. Es por donde nos comunicamos, por donde trabajamos y donde se construyen las imágenes. Vemos a través de ellas, y ellas están transformando nuestra mirada aportando nuevas formas de representar (visualizar) y de interactuar con el entorno. La obra “20.000 pies de Altura o la Memoria Ínfima”, va a servirnos de ejemplo del paso de los bits a los átomos y de la visualización de datos para generar una obra como acontecimiento. En ella la exactitud de la luz se traduce en pigmento, formalizando la huella y descubriéndonos el aspecto más sensible del paso de lo virtual a lo real.
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