Resumen:
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Las urbes en su percepción como geografías, como lugares en la historia y en la memoria de las personas, pueden eludir el paso del tiempo alcanzando la eternidad. Pero en su realidad más física, identificada por los elementos ...[+]
Las urbes en su percepción como geografías, como lugares en la historia y en la memoria de las personas, pueden eludir el paso del tiempo alcanzando la eternidad. Pero en su realidad más física, identificada por los elementos que la construyen, quedan sujetas a un ciclo de vida que encadenada el momento de su nacimiento con el de su decadencia. Nada en esta vida tiene una duración ilimitada. Las ciudades eternas sólo viven en las metáforas románticas, y al resto, el paso del tiempo les provoca pérdidas en sus capacidades.
Con todo, la realidad que es siempre obstinada, insiste en mostrarnos como no somos plenamente concientes de esta caducidad. De esta manera, seguimos contemplando las transformaciones como situaciones excepcionales, fuera de los previsible y por tanto exenta de la dirección de sus cambios. Sin embargo, las transformaciones han convivido con las diudades desde su propia creación. Los cambios no sólo se hacen patentes een los espacios , que antes vacíos se colonizan después, para albergar nuevos crecimientos. También los tejidos construidos aportan cuotas de crecimientos a través de cambios experimentados sobres sus propias estructuras.
La renovación de los tejidos urbanos, que aunque bien estudiada desde la doctrina en algunas de sus fórmulas más conocidas como la Reforma Interior, no lo ha sido tanto en la ciudad contemporánea, ni tampoco en aquellas manifestaciones menos organizadas pero muy intensas que tanto protagonismo tuvieron en el siglo XIX. Tammpoco lo ha sido la relacion existente entre las operaciones de transformaciçon y los crecimientos por nueva extension que constituyen las alternativas basicas del crecimiento urbano.
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