Resumen:
|
[ES] La Administración pública española que hoy conocemos es el resultado de un dilatado
proceso de desarrollo histórico cuyo punto de inicio puede ser incluso difícil de determinar. De
todos modos, es a partir del ...[+]
[ES] La Administración pública española que hoy conocemos es el resultado de un dilatado
proceso de desarrollo histórico cuyo punto de inicio puede ser incluso difícil de determinar. De
todos modos, es a partir del siglo XIX cuando se hace extensa e intensa la presencia de la
Administración pública en nuestra sociedad. En efecto, el desarrollo del Estado liberal confiere
a la Administración pública un papel relevante en lo que viene a ser un diseño institucional y
social moderno. Las administraciones públicas en esta época, a pesar de que se les confiere un
papel limitado y subsidiario, alcanzan un impacto creciente y unos volúmenes organizativos
considerables en aquellas funciones denominadas de soberanía, a saber: relaciones exteriores,
defensa, orden público, justicia y hacienda, a las que debemos añadir la competencia sobre las
obras públicas. Ya en nuestro siglo la Administración pública va abordando en las sociedades
más modernas nuevas competencias, entre las que destacan por su impacto y extensión, la
sanidad y la educación. Este proceso se acelera una vez acabada la segunda guerra mundial,
que al calor de unos nuevos postulados económicos y de la presión de la clase obrera, se
genera un nuevo modelo de estado (Estado del bienestar) y de su mano un espectacular
crecimiento de la presencia de la Administración pública en nuestra sociedad. Las
administraciones públicas españolas actuales son el resultado de varias décadas de
crecimiento ininterrumpido suavizado actualmente por el impacto de los críticos desajustes de
la economía mundial de hace unos años y de la influencia de los postulados neoliberales. A
pesar de estas últimas circunstancias, que nos está obligando a replantear el papel del sector
público en nuestra sociedad, las administraciones públicas tienen unas dimensiones
espectaculares y unas competencias muy amplias y profundas.
Esto es así hasta tal punto que la Administración Pública se ha configurado en un actor
que tiene una presencia muy densa en nuestras vidas. En efecto, si analizamos nuestros quehaceres cotidianos percibimos de manera muy intensa su presencia. Casi todo lo que nos
redes sigue unas pautas previamente reguladas por la Administración Pública, pero además,
ésta interacciona con nosotros de una manera directa: nos informamos por medios de
comunicación públicos, utilizamos medios de transporte públicos que circulan por redes varias
públicas, vigiladas por agentes públicos, nos educan y nos sanan en centros públicos o
semipúblicos, y, como contrapartida, trabajamos varios meses al año para que las
Administraciones Públicas dispongan de los recursos necesarios. De hecho, es muy difícil
concebir una sociedad moderna sin la existencia de un sector público fuerte que regule los
distintos comportamientos sociales y atienda a muchas de las demandas de la sociedad. De
esta manera la discusión no es si debe desaparecer o no esta gran maquinaria pública sino
que el tema que preocupa a casi todo el mundo es en qué medida la Administración Pública
contribuye a nuestro bienestar y, como contrapartida, qué esfuerzo debe hacer la sociedad
para su mantenimiento.
El actual Gobierno ha puesto en marcha un ambicioso proyecto reformista encaminado
a superar la peor crisis económica en las últimas décadas, corregir los desequilibrios que
frenan nuestro crecimiento y crear las bases idóneas sobre las que levantar un nuevo ciclo de
prosperidad económica y empleo para los españoles.
La reforma laboral, la Ley de Estabilidad Presupuestaria, la reestructuración del sistema
financiero junto a otras muchas medidas que están en vías de implantación, como la Ley de
Emprendedores o la reforma de nuestro sistema educativo, por poner algunos ejemplos
importantes, representan transformaciones sin precedentes en cada una de sus respectivas
áreas de actuación.
La creación de la Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas (CORA)
sigue esa ambiciosa senda reformista, para acometer la radiografía más minuciosa que se ha
hecho de nuestro sector público en las últimas décadas.
El informe parte de la experiencia y conocimientos acumulados en la Administración y la
Función Pública. En los últimos 35 años, han dado un salto de gigante a la excelencia,
representando en muchas materias, un modelo a imitar para otros países. Desde la dificultad
en que se encuentra nuestro país, se puede afirmar sin reservas que España tiene una buena
administración.
Pero también existen ineficiencias y redundancias competenciales que deben corregirse.
Una economía competitiva exige unas AA.PP. modernas, transparentes y ágiles. Necesita un
sector público libre de solapamientos, duplicidades y gastos innecesarios. Volcado al servicio
de ciudadanos y empresas, equiparable a los sistemas más eficaces de nuestro entorno.
[-]
|